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martes, 22 de mayo de 2012

AYER TE VI…Y NO ESTABAS CLARO COMO LA LUNA



AYER TE VI…Y NO ESTABAS CLARO COMO LA LUNA

Mi cuñado se iba a casar, tremenda decisión, aunque después me enteraría de cosas que no sabía, y la historia no era como me lo imaginaba. Mi esposa se fue a la peluquería, con ese extraño nerviosismo que le da a todas las mujeres que van a un matrimonio. Yo no se porque, pero siempre cada matrimonio, por mas sencillo que se quiera hacer esta rodeado de un gran estrés.
Yo, para curarme en salud, me fui a cortar el cabello, bueno, lo poco que aun me queda, mas bien cortar no seria la palabra, pienso que alborotarlo seria lo correcto. Entre al centro comercial y una gran cola me esperaba, era viernes y quincena, que iluso creer que seria diferente. Total que llegue, di unas vueltas y decidí irme, estaba asustado, no se porque, pero lo estaba, di una vuelta y encontré 2 puestos, por lo que decidí continuar con la idea primera. Llegue, y el lugar de la barbería estaba abarrotado de gente, tome mi cupo y paso como una hora, un niño acompañado de su padre y su pequeña hermanita entraron el señor quería lo mismo que yo, pero era su día con los niños, ese pequeño instante que te deja el divorcio para compartir tu cariño, pobrecito, estaba vuelto un ocho, los niños se lo vacilaban de lo lindo, papi esto, papi lo otro, y el solo decía detrás de una mueca en sus labios:…”dime mi amor, que mi tesoro, si mi hijo…”sonreí, es historia conocida.
Pasó una hora y me extrañaba que no me llamaran, al fin y al cabo, una alborotadita no quitaba mucho tiempo. Le pregunté a la señorita si faltaba mucho  y me dijo:”señor, los masajes duran una hora, la señorita está ocupada” (¿?)…yo no quiero masajes, vengo a cortarme el cabello, le respondí. ¡Señor, porque no habló antes, ya le pasamos! Que le iba a decir, sonreír nada más. Me dieron un té, descubrí que la forma de disfrutarlo es percibiendo su aroma antes de colocarlo en la boca, tremenda experiencia, solo por eso valió la pena la espera.
Cuando salí de mi embellecimiento masculino, ya era de noche, no se porque pensé que la ceremonia del matrimonio era mas tarde, eran las siete y algo, las luces de los carros hacían un juego maravilloso con las luces de los anuncios de publicidad, me gusto, ya no tenia miedo, estaba relajado. De pronto en la cola del semáforo veo un bulto, entre las dos que se hacían, estaba oscuro, pensé que era un obstáculo de esos que dejan los roba tapa de cloacas, un caucho o un pedazo de cartón, colocado en el hueco para que no caigan los incautos. Pero, a medida que me acercaba, me di cuenta que era un muchacho, de unos 20 años, montado en una patineta, con un letrero que decía:”dale algo al mochito”, y si, era mocho de su pierna izquierda, no acostumbro a dar limosna a nadie en la calle, pero en ese preciso instante sentí la necesidad de dar, y dí lo mejor que tenía en mi cartera, 50,00 Bs, presuroso abrí el vidrio manual de mi carro, y con el miedo que nos acompaña día a día, le bendije y le di el billete, él saltaba de alegría, me bendijo también, apure la marcha, el semáforo, los carros, los abusadores, la luz, acelero, y ¡zas! Lo inevitable…la luz roja apareció. Me detuve, y de repente observo al muchacho frente al carro saltando para que lo viera, hacia grandes esfuerzos, lo vi y me decía muy fuerte, “Dios te bendiga varón, gracias, sigue adelante, gracias muchas gracias” entre lo nublado de mi vista por las lagrimas que afloraban, pude ver que casi no tenia dientes, la cola avanzó y yo llevaba un nudo en mi garganta que se transformó en llanto. Debía aplacarme y llegaba a la casa de mi suegra, y ¡oh sorpresa! La fiesta había comenzado, los novios esposos ya eran, apenado en una de mis peores fachas, pase con mi gala en el hombro, sin mas nada que decir sino perdón, había mucha cola.
Fui a mi lugar de oración y allí comencé a orar, como suelo hacerlo, es el lugar mas privado que he encontrado para hablar con Dios, le alabe, le di gracias, le pedí lo que siempre tengo que pedirle…de pronto un calor subió a mi rostro, mis ojos rellenaron de agua, y sentí su voz que me dijo;”¡Gracias hijo, te regalé mi mejor sonrisa!”. Ayer te vi, Señor, y no estabas tan claro como la luna.     

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