AYER TE VI…Y NO ESTABAS CLARO COMO LA LUNA
Mi
cuñado se iba a casar, tremenda decisión, aunque después me enteraría de cosas
que no sabía, y la historia no era como me lo imaginaba. Mi esposa se fue a la
peluquería, con ese extraño nerviosismo que le da a todas las mujeres que van a
un matrimonio. Yo no se porque, pero siempre cada matrimonio, por mas sencillo
que se quiera hacer esta rodeado de un gran estrés.
Yo, para curarme en salud, me fui a cortar el cabello,
bueno, lo poco que aun me queda, mas bien cortar no seria la palabra, pienso
que alborotarlo seria lo correcto. Entre al centro comercial y una gran cola me
esperaba, era viernes y quincena, que iluso creer que seria diferente. Total
que llegue, di unas vueltas y decidí irme, estaba asustado, no se porque, pero
lo estaba, di una vuelta y encontré 2 puestos, por lo que decidí continuar con
la idea primera. Llegue, y el lugar de la barbería estaba abarrotado de gente,
tome mi cupo y paso como una hora, un niño acompañado de su padre y su pequeña
hermanita entraron el señor quería lo mismo que yo, pero era su día con los
niños, ese pequeño instante que te deja el divorcio para compartir tu cariño,
pobrecito, estaba vuelto un ocho, los niños se lo vacilaban de lo lindo, papi
esto, papi lo otro, y el solo decía detrás de una mueca en sus labios:…”dime mi
amor, que mi tesoro, si mi hijo…”sonreí, es historia conocida.
Pasó
una hora y me extrañaba que no me llamaran, al fin y al cabo, una alborotadita
no quitaba mucho tiempo. Le pregunté a la señorita si faltaba mucho y me dijo:”señor, los masajes duran una hora,
la señorita está ocupada” (¿?)…yo no quiero masajes, vengo a cortarme el
cabello, le respondí. ¡Señor, porque no habló antes, ya le pasamos! Que le iba
a decir, sonreír nada más. Me dieron un té, descubrí que la forma de
disfrutarlo es percibiendo su aroma antes de colocarlo en la boca, tremenda
experiencia, solo por eso valió la pena la espera.
Cuando
salí de mi embellecimiento masculino, ya era de noche, no se porque pensé que
la ceremonia del matrimonio era mas tarde, eran las siete y algo, las luces de
los carros hacían un juego maravilloso con las luces de los anuncios de
publicidad, me gusto, ya no tenia miedo, estaba relajado. De pronto en la cola
del semáforo veo un bulto, entre las dos que se hacían, estaba oscuro, pensé
que era un obstáculo de esos que dejan los roba tapa de cloacas, un caucho o un
pedazo de cartón, colocado en el hueco para que no caigan los incautos. Pero, a
medida que me acercaba, me di cuenta que era un muchacho, de unos 20 años,
montado en una patineta, con un letrero que decía:”dale algo al mochito”, y si,
era mocho de su pierna izquierda, no acostumbro a dar limosna a nadie en la
calle, pero en ese preciso instante sentí la necesidad de dar, y dí lo mejor
que tenía en mi cartera, 50,00 Bs, presuroso abrí el vidrio manual de mi carro,
y con el miedo que nos acompaña día a día, le bendije y le di el billete, él
saltaba de alegría, me bendijo también, apure la marcha, el semáforo, los
carros, los abusadores, la luz, acelero, y ¡zas! Lo inevitable…la luz roja
apareció. Me detuve, y de repente observo al muchacho frente al carro saltando
para que lo viera, hacia grandes esfuerzos, lo vi y me decía muy fuerte, “Dios
te bendiga varón, gracias, sigue adelante, gracias muchas gracias” entre lo
nublado de mi vista por las lagrimas que afloraban, pude ver que casi no tenia
dientes, la cola avanzó y yo llevaba un nudo en mi garganta que se transformó
en llanto. Debía aplacarme y llegaba a la casa de mi suegra, y ¡oh sorpresa! La
fiesta había comenzado, los novios esposos ya eran, apenado en una de mis
peores fachas, pase con mi gala en el hombro, sin mas nada que decir sino
perdón, había mucha cola.
Fui a
mi lugar de oración y allí comencé a orar, como suelo hacerlo, es el lugar mas
privado que he encontrado para hablar con Dios, le alabe, le di gracias, le
pedí lo que siempre tengo que pedirle…de pronto un calor subió a mi rostro, mis
ojos rellenaron de agua, y sentí su voz que me dijo;”¡Gracias hijo, te regalé
mi mejor sonrisa!”. Ayer te vi, Señor, y no estabas tan claro como la luna.
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