Cuando decidimos seguir a
Cristo,se nos está diciendo que se nos ha llamado a tener una actitud de
completa concentración a un estilo de vida, ese estilo de vida no es solamente dejar de
hacer cosas, no es solamente evitar cometer esos pecados más gruesos y más
groseros, más obvios, si no que es un asunto de una entrega total de nuestra
mente, nuestras emociones, los principios por los cuales vivimos, nuestros
intelectos, las cosas con las que nos divertimos, nuestra forma de hablar, de
tratar a los demás, de administrar nuestro dinero, de escoger nuestras
profesiones, de manejar nuestros matrimonios, nuestras carreras, es una cosa
que impacta y penetra todas las dimensiones de la vida del hijo, de la hija de
Dios, es una identidad que hemos sido sellados como una res, un animal es
sellado con hierro candente y se le imparte el sello de su propietario.
Cuando tú pasas por la
puerta del Evangelio, tú tienes que entregar tus esperanzas de vivir una vida
común y corriente, una vida normal. La vida a la que Dios te llama es una vida
de gran gloria, comunicación con el Padre celestial, el Creador del Universo,
compenetración con los principios sublimes del Evangelio, poder pensar y
computar en unos términos exaltados que a la mayoría de los seres humanos no
les es dado poder hacerlo, experimentar grandes cosas de parte de Dios, pero a
la misma vez vivir también con ese peso, con esa agonía de que Dios te ha
llamado a dejar una cantidad de cosas atrás, no voy a decir que se les permite
vivir, porque en un sentido está viviendo una vida ilegal, pero es así, los
seres humanos se permiten una cantidad de placeres, gustos, disfrutes,
libertades que nosotros los hijos de Dios no podemos permitirnos, y el mundo
nos mirará como seres anormales.
¿Por qué es que será tan
difícil para algunos hombres?. Muchas veces entrar con la misma pasión en las
cosas de Dios que las mujeres, eso es en todas partes del mundo, porque es que
los hombres piensan, no, eso de ser consagrado para Dios es de las mujeres y
las viejas, ¿no?, y eso es lo que a veces le enseñamos a los niños varoncitos,
no, los hombres no lloran, los hombres no sienten sentimientos profundos, los
hombres no aman, no son expresivos, eso es para las mujeres, y los castramos y
los limitamos, entonces estos hombres cuando entran en los caminos del Señor no
son capaces de ver con la misma pasión las cosas del Espíritu, la misma
complejidad, porque para eso se necesita una mentalidad más femenina. Yo creo
que todo hombre debe tener un elemento femenino dentro de él y la mujer un
elemento masculino.
Y tenemos que desarrollar
ambas dimensiones en nuestro ser para ser verdaderamente completos. Y para mí
una de las dimensiones más fascinantes de estos tipos psicológicos de Esaú y
Jacob es ese aspecto de lo masculino y lo femenino, y por qué es tan importante
que nosotros los hombres desarrollemos también esa capacidad de sentir y
pensar, y computar la vida espiritual, en una manera muy profunda como lo hacen
las mujeres. Yo creo que muchas veces el quebrantamiento de la mujer, perdone
que entre en esto pero es que es fascinante, a través de la maternidad, dar a
luz, la deformación de su cuerpo, la debilidad de su cuerpo a través de la
maternidad, ese sufrimiento de la mujer desde niña la hace más sensitiva a
ciertas dimensiones de la vida del Espíritu, su cierta debilidad corporal la
hace más penetrable a las ondas sutiles del Espíritu.
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